Josefina de Abelleyra disfruta de participar en el proceso de edición de una obra, embellecerla. Un texto bien escrito hace placentera la lectura. Si, además, pasa por el tamiz de la corrección, se vuelve único y provoca sensaciones que hacen trascender a su autor.
Contanos un poco sobre vos. ¿Quién es Josefina de Abelleyra?
Soy abogada (UBA) y correctora de textos (Instituto Mallea). Siempre aprecié la buena redacción y la armonía en los textos. Ya de grande, descubrí la carrera de Corrección de Textos y me inscribí sin dudarlo. Esa era mi vocación y el camino recorrido había apuntado a concretarla.
Esta nueva ocupación me dio la posibilidad de reencauzar mi actividad laboral compatibilizando todo lo que me gusta hacer.
¿Cuántos años de experiencia tenés?
Desde chica me interesaron las letras. Prestaba atención a cómo se escribían las palabras (incluso, en décimas de segundos podía decir cualquier palabra al revés). Ya en la secundaria me decían “la profe de Lengua”. Colaboraba con mis amigos en la entrega de sus trabajos de la facultad. El camino estaba marcado.
Empecé a corregir profesionalmente para una editorial jurídica a mediados de 2019 (cursaba el segundo año de la carrera). Eso me dio la oportunidad de conocer de cerca el ejercicio de la corrección. Cuando me recibí en 2020, ya había revisado más de 30 libros.
¿Cuántos documentos/libros llevás corregidos desde que iniciaste tu carrera?
Las editoriales jurídicas me han dado la posibilidad de tener un gran volumen de trabajo. Llevo corregidos más de 60 libros de una extensión promedio de 400 páginas cada uno. Como soy abogada y docente, también despliego mis habilidades en otros ámbitos.
Últimamente, me he dedicado a asesorar a tesistas de carreras de grado y de posgrado. Descubrí que acompañarlos en esa etapa académica clave es muy gratificante.
¿Cuántas horas por día trabajás? ¿Cuántas páginas corregís por día?
Mi capacidad de trabajo depende de muchas variables, pero en un día ideal de trabajo logro revisar 100 páginas. Intento dedicarle entre 4 y 6 horas diarias a la corrección. Como la concentración va decreciendo a medida que avanzo en la lectura, es muy importante advertir cuándo el cansancio puede tornarse perjudicial, ser honesta conmigo misma y con el autor, y detener la corrección para preservar el texto.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Disfruto de participar en el proceso de edición de una obra, embellecerla. Un texto bien escrito hace placentera la lectura. Si, además, pasa por el tamiz de la corrección, se vuelve único y provoca sensaciones que hacen trascender a su autor.
Al corregir, intento ser generosa con los autores, fundamentar mis intervenciones, sugerir alternativas a partir de los errores. Creo que eso le da un valor agregado a mi trabajo y siempre es bien recibido.
La corrección de textos académicos me permite tener un vínculo personalizado con los autores. También valoro poder ver el resultado del trabajo: una devolución, una crítica, una nota. En el caso de una tesis doctoral, por ejemplo, hay un jurado que se encarga de evaluar y calificar, y aprendo de eso.
Me apasiona transmitirles a los tesistas la importancia del lenguaje claro. Al incorporar las pautas de la redacción simple, aclaran sus ideas y, así, el texto de su obra. No solo disfrutan mucho más el proceso de escritura, sino que también alcanzan resultados excelentes.