#SomosPLECA | Nicolás Scheines | La satisfacción de ayudar a mejorar los textos

Los títulos dicen que Nicolás Scheines es licenciado en Letras y periodista, pero él hace muchos años decidió definirse profesionalmente como «corrector de textos».

Contanos un poco sobre vos. ¿Quién es Nicolás Scheines?

Soy licenciado en Letras (UBA) y periodista (TEA), según indican los títulos, y corrector de textos, comunicador, docente, editor y escritor, según marca mi carrera profesional. Como corrector, creé y dirijo el proyecto de servicios literarios De la ortografía y otros demonios. Como comunicador, trabajé cinco años entre una agencia de prensa y relaciones públicas y el área de Relaciones Institucionales de una distribuidora de gas. Como docente, di clases de Redacción Periodística en TEA y ahora doy clases de Redacción y Argumentación en la carrera de Abogacía de la UnPaz. Como editor, en 2019 cofundé y actualmente dirijo OyD Ediciones. Como escritor, publiqué en esa misma editorial los libros Narrativa Argentina 2.000. Lecturas azarosas de libros más o menos actuales (2019) y Una semana en Malvinas. Crónica de unas islas (casi) desconocidas (2020), además de haber escrito varios libros en condición de ghost writer.

 

¿Cómo llegaste a este campo profesional? 

Estimo que como todos, de casualidad. No sé si la neurolingüística lo ha estudiado aún, pero estoy seguro de que existe cierta capacidad innata o aprendida tempranamente para la buena ortografía (que luego hay que desarrollarla, claro). De chico me acuerdo de que leí una colección de novelas de Sherlock Holmes y la vi tan llena de erratas que empecé a marcarlas y luego le escribí un mail a la editorial (que nunca fue contestado, por cierto). Luego, en la carrera de periodismo, nos hacían escribir en unas computadoras sin autocorrector ni internet, y las notas podían tener un máximo de tres errores de ortografía, entonces mis compañeros me daban sus trabajos para que se los corrija antes de entregar. Finalmente, mi mamá (que no tenía el don para la ortografía, una herencia paterna) me empezó a pedir que le corrigiese sus textos académicos, y luego, me recomendó entre sus colegas. El punto de quiebre fue el primer CICTE, hecho en la Facultad de Derecho de la UBA en 2011. No sé ni cómo me enteré, pero fui, quedé maravillado, y desde ahí en más, me empecé a llamar «corrector de textos» cuando me preguntaban mi profesión.

“Lo más valioso de esta experiencia [PLECA], creo yo, fue dejar de estar solo frente a los autores, las editoriales y los textos”.

¿Se puede vivir de la corrección? 

Creo que se puede si uno estructura bien sus tiempos y consigue una cartera de clientes regulares que sean, preferentemente, clientes institucionales, que pagan bien. En lo personal, no es lo que más me interese, porque no sé si podría estar corrigiendo textos 8 horas por día, 5 veces a la semana: ¡es un trabajo agotador! Por eso me gusta mecharlo con otro tipo de trabajos, como la edición integral de libros, la escritura (por encargo o personal), la docencia, etc.

 

¿Por qué te asociaste a PLECA? 

Luego de muchos años de ser corrector freelance e ir desarrollando en paralelo una carrera en comunicación empresarial, en modalidad de relación dependencia, el trabajo en ambos casos se empezó a acumular y tuve que tomar una decisión: o abandonaba del todo mi proyecto de «vida independiente» y me dedicaba full time a la comunicación, o resignaba el sueldo (que era muy bueno, por cierto), la obra social, las vacaciones pagas y el aguinaldo para apostar por el freelancismo. Me tomé mi última carta y aposté todo a OyD, mi proyecto de servicios literarios. Pero no me tiré a la pileta: la decisión la tomé en marzo de 2017 y recién renuncié en agosto, luego de haber cimentado mi cartera de clientes, haber armado un equipo de trabajo, y haber incluso ahorrado algunos sueldos, porque para ser independiente hay que tener un muy buen manejo de las finanzas personales. Es decir, no fui un simple freelancer, sino que me profesionalicé. Dentro de esa profesionalización, sabía que no podía cometer los mismos errores del pasado, y uno era haber estado demasiado solo, así que busqué algún lugar de pertenencia, y así fue como encontré a PLECA, que estaba recién iniciando y con todas sus energías puestas en el excelente congreso de Colonia que organizaron al año siguiente. Al principio debo confesar que no lo usé mucho, pero en la previa del congreso, ponencia mediante, empecé a interactuar un poco más, y antes del congreso me ofrecí a ayudar en la parte de comunicación. Finalmente, pude presentar un proyecto comunicacional luego del congreso, y en 2019 me invitaron a formar parte de la nueva CD, una experiencia maravillosa, llena de encuentros (y algunos encontronazos, ¿por qué negarlo?), donde vi que había muchas oportunidades para mí en particular y para todos los correctores en general. Lo más valioso de esta experiencia, creo yo, fue dejar de estar solo frente a los autores, las editoriales y los textos, y sumar colegas que hoy en día siento casi como compañeras (virtuales) de oficina.

 

¿Querés agregar algo que no te hayamos preguntado? 

A veces creo que no hablamos lo suficiente de los «tipos» de correctores, y en tren de asociarnos en todo esto tan nuevo que es PLECA, nos tratamos como si fuésemos todos iguales y con los mismos saberes, y no es así. Por ejemplo, si bien comparto la importancia de tener tarifas de referencia, creo que no debe cobrar lo mismo un estudiante recién recibido que alguien con veinte años de experiencia. Tampoco es lo mismo corregir una novela de un debutante con mucho trecho por delante que revisar una tesis de doctorado. Me parece importante no dejar nunca de formarse e intentar aceptar trabajos de todo tipo, pero también creo que nuestra falta de experiencia no nos debe detener cuando estamos empezando, y que cuando somos más grandes debemos empezar a reconocer en qué nos destacamos y en qué no tanto. Yo he corregido tesis de veterinaria o ¡un manual para manejar helicópteros!, pero hoy en día intento apuntar a los textos que mayor satisfacción me dan y en los que siento que mi aporte como corrector puede ser mayor. De todas formas, no reniego de esos trabajos: quizás no hayan salido correcciones impolutas, pero seguro mejoré significativamente el trabajo de los autores, y eso me parece fundamental: sentirnos satisfechos con que ayudamos a publicar un mejor texto.

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