#SomosPLECA | Flavio Crescenzi | El valor de nuestro trabajo

Autor de varios libros y docente de Lengua y Literatura, Flavio sueña con que algún día todas las personas que se dedican a esta profesión estén a la altura de las exigencias de John Wilson: «El verdadero corrector no solo debe ser un práctico tipógrafo, sino también un amante de la literatura; debe estar familiarizado con los clásicos de todos los idiomas, con los logros científicos y con cualquier tema que concierna a sus semejantes». 

 

Contanos un poco sobre vos. ¿Quién es Flavio Crescenzi?

 

Soy docente de Lengua y Literatura, pero hace varios años que me dedico casi con exclusividad a la corrección de textos y a la redacción de contenidos. 

Cuento con cinco libros de poesía publicados: Por todo sol, la sed (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2000); La gratuidad de la amenaza (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2001); Íngrimo e insular (Ediciones El Tranvía, Buenos Aires, 2005); La ciudad con Laura (Sediento Editores, México D. F., 2012), y Elucubraciones de un «flâneur» (Ediciones Camelot América, Oviedo, 2018). Soy también autor del ensayo Leer al surrealismo (Editorial Quadrata, Buenos Aires, 2014) y del manual para estudiantes Del nominativo al ablativo. Una introducción a los casos gramaticales (Editorial Académica Española, 2019).

Tengo, además, una diplomatura en Redacción Institucional y Corporativa, y hasta me animé a escribir un par de e-books sobre el tema: La redacción institucional en Internet: Una guía definitiva de escritura (Bookboon.com, 2018) y El discurso como imagen: Una introducción a la comunicación institucional (Bookboon.com, 2020).

Desde 2016 soy jefe de las secciones de Filología, Ortografía y Gramática de la revista virtual Las Nueve Musas, donde colaboro también con artículos de mi autoría.

En la actualidad, también trabajo como asesor lingüístico para la agencia de marketing y comunicación Ridyn Digital y como corrector para su rama editorial: Ridyn/Books.

 

¿Cómo llegaste a este campo profesional?

Desde muy joven me interesé por la escritura y la corrección lingüística. De hecho, cuando estudiaba el profesorado, mis materias favoritas eran Gramática y Literatura Española (todas las Gramáticas y todas las Literaturas españolas). Recuerdo que empecé corrigiendo algunas tesis, allá por 2001. Un año después apareció el primer libro, que, casualmente, era de Ediciones el Tranvía, la editorial que publicó mis tres primeros títulos de poesía. En 2011, luego de un borrascoso período en el que me desempeñé como librero, decidí apostar fuertemente a este noble oficio. Trabajaba como redactor institucional por las mañanas y como corrector editorial por las tardes, y así seguí, por lo menos, hasta 2015. Durante ese tiempo tomé unos cursos de perfeccionamiento en el Instituto Mallea y en la Fundación Litterae

Desde 2016 hasta la fecha solo me dedico a la corrección editorial (tanto de libros como de e-books); a la asesoría lingüística para empresas, que incluye muchas veces la corrección de textos corporativos en formato impreso y digital, y la redacción de contenidos (artículos, reseñas literarias, informes de lectura, etc.).

«El público general no termina de comprender lo necesario de nuestro trabajo».

¿Cuáles son las mayores dificultades que encontrás en tu carrera?

Creo que el gran problema que tenemos los correctores es que el público general no termina de comprender lo necesario de nuestro trabajo. Siento que se ha extendido la idea de que la corrección de textos, en el mejor de los casos, es una actividad superflua. No culpo al público de esto, pero sí a aquellos que podrían evitar que esta suerte de malentendido continúe propagándose. Me refiero, por supuesto, a las editoriales. Muchas de ellas no incluyen el servicio de corrección en los presupuestos que les extienden a los autores interesados en publicar, sino que lo ofrecen como algo optativo por lo que, naturalmente, hay que pagar aparte. El descuido, la vanidad o incluso la «tacañería» del escritor consultado se encarga de hacer el resto. El resultado es casi siempre el mismo: libros plagados de errores gramaticales y ortotipográficos. 

Algo parecido ocurre con los contenidos textuales que circulan en la Web. Aunque parezca mentira, he llegado a escuchar a algunos copywriters decir cosas como: «No importa que los textos tengan errores, lo importante es que impacten». Inquietante, ¿no?

 

¿Qué le dirías a una persona que quiere dedicarse a la corrección?

Le pediría que se tome este trabajo muy en serio, es decir, que, ante cualquier texto que deba corregir, asuma una actitud, si se quiere, filológica. Claro, para esto, es necesario que tenga la voluntad de capacitarse permanentemente, no solo en gramática y ortografía, sino también en otros campos del saber. John Wilson, el legendario fundador de The University Press, dijo hace poco más de un siglo: «El verdadero corrector no solo debe ser un práctico tipógrafo, sino también un amante de la literatura; debe estar familiarizado con los clásicos de todos los idiomas, con los logros científicos y con cualquier tema que concierna a sus semejantes»1. Sueño con que todos los correctores estemos algún día a la altura de tamañas exigencias.

 

¿Por qué te asociaste a PLECA?

Buena parte de mi clientela está conformada por pequeñas editoriales españolas, y el trabajo cotidiano con ellas me llevó muy pronto a UniCo. Desde un primer momento quedé encantado con lo que ofrecía esta asociación, y hasta llegué a preguntarme cómo es que no existía algo así en la Argentina. La misma gente de UniCo me puso al tanto de PLECA, así que, poco tiempo después, decidí asociarme. 

El trabajo del corrector es de por sí solitario, por lo que ser parte de una asociación en la que uno pueda estar en contacto con otros colegas y recibir información de valor respecto de nuestra profesión es algo que siempre agradeceré.

 

1 John Wilson. The Importance of the Proof-reader: A Paper read before the Club of Odd Volumes, Cambridge, The University Press, 1901.

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