#SomosPLECA | Leonora Madalena | Una correctora en el diván

Leonora Madalena traduce, corrige, enseña… y sigue capacitándose constantemente. A esta uru-porteña que vivió en Italia y que hoy integra la comisión directiva de PLECA, viajar por otras lenguas y otras culturas le sirve para entender mejor la suya propia.

 

¿Cómo llegaste a este campo profesional?

¡Pa! ¡Qué pregunta! Para contestar tengo que hacerte un resumen de mi vida, más o menos. Recuerdo que cuando estaba en la escuela pública Chile, en Montevideo, la maestra nos hizo hacer una actividad que consistía en reformular una misma oración de todas las maneras posibles. Supongo que si todavía me acuerdo de lo que me gustó hacer esa actividad es porque ya me había picado el bichito de la lengüitis. Por esa época ya había empezado a estudiar inglés, a los 12 empecé con el francés y a los 13 con el italiano. Hice Traductorado Público porque en Montevideo no había otra carrera relacionada con lenguas extranjeras, además del profesorado. Después me vine a vivir a Buenos Aires y entré en el Trad. Literario y Técnico-científico en el Lenguas Vivas, donde también retomé el francés y estudié ruso y portugués. En esa época nacieron mis dos hijas porteñas, con papá italiano y mamá charrúa, y cursé interpretación en el CETI. Cuando mis hijas eran niñas nos fuimos a vivir a Italia y cuatro años después volvimos a la Argentina. Cursé la Tecnicatura en Corrección de Textos del Mallea y me recibí en el 2016. Anduve toda la vida viajando por otras lenguas y culturas para volver al español, mi casa. Este verano terminé un posgrado en la UBA sobre enseñanza de español como lengua extranjera. Todo está relacionado: estudiar otras lenguas, traducir, corregir y enseñar me sirve para entender mejor los misterios de mi lengua materna y disfrutar de la maravilla de su riqueza y su dinamismo. 

No estudié corrección de textos para tener todas las respuestas, sino para hacerme preguntas más interesantes acerca de mi propia lengua.

 

¿Cuál es la mayor equivocación o confusión en torno a la corrección?

No sé cuál es la mayor, pero se me ocurren varias. Una de las ideas más difundidas se puede resumir en “¿para qué voy a contratar a una correctora si tengo el corrector de Word?”; otra relacionada sería: “¿por qué tengo que pagar esa tarifa por poner o sacar alguna coma?”. 

Otro prejuicio bastante frecuente es que quienes recurren a una correctora escriben mal o de manera no suficientemente culta o elegante. Pensar eso es como pensar que alguien va a un consultorio psicológico porque no está bien del mate. De hecho, hace unas décadas esa era una creencia muy difundida y hoy ya está bastante superada. Espero que con el tiempo también se superen esos prejuicios con respecto a quienes nos dedicamos a la corrección y se valore más nuestra tarea. Las correctoras (uso el femenino genérico a propósito, desafiando la normativa en esta casa, porque más del 90 % somos mujeres) hacemos mucho más que corregir la ortografía y la puntuación. No me considero correctora sino asesora lingüística y el asesoramiento es la parte que más disfruto de nuestra profesión. 

Una tercera confusión con respecto a las correctoras es que nos divierte señalar errores; seríamos una especie de sádicas que empuñamos un estilete con tinta roja como sangre para demostrarles a nuestros clientes que son unos asnos. Yo no me siento nada sádica y veo mis intervenciones como colaboraciones, como un trabajo en equipo. Hago lo que me gustaría que hicieran con mis propios textos: que me mostraran cómo pueden ser más claros y eficaces con relación a mi intención comunicativa, y más adecuados a toda una serie de variables que no me voy a poner a contar acá porque podríamos terminar la entrevista dentro de varias páginas.

Menciono una cuarta confusión: “si lo dice la RAE, está bien” o “si no está en el diccionario, no existe” o la inversa: “si está en el diccionario, está bien”. Esta confusión también da para unas 20 páginas más o menos, así que prefiero dejarla por acá.

«No estudié corrección de textos para tener todas las respuestas, sino para hacerme preguntas más interesantes acerca de mi propia lengua».

¿Cuál es tu cita favorita sobre la corrección o la lengua en general?

“Quien no conoce otras lenguas no conoce la suya propia” (es lo que yo recuerdo de una cita de Goethe). Se aplica a mi experiencia personal, lo que te conté en la respuesta a la primera pregunta. En mi vida viajé por otras lenguas y otras culturas porque soy muy curiosa y también para entender mejor las mías. No digo que sea el único camino, pero a mí me funciona.

 

¿Por qué te asociaste a PLECA?

Cuando vi que hacían un congreso en Colonia entre PLECA y AUCE (la vecina uruguaya) interpreté que lo hacían para mí, que soy uru-porteña. 

Hacía poco que había terminado el Mallea y me fascinaba meterme en este mundo correctoril después de muchos años de traducir. 

Me encantó la onda de PLECA y la polenta de quienes estaban en la directiva y habían organizado el congreso. Es una asociación muy joven y dinámica, que viene creciendo a ritmo sostenido. Ahora estoy en la comisión directiva y veo desde la cocina todo lo que se hace y lo que se puede hacer para visibilizar y dignificar una profesión tan importante para la sociedad. Veo, además, la solidaridad entre colegas: se comparten materiales, herramientas, sugerencias, dudas, piques de capacitación para seguir perfeccionándonos, y a veces hasta se reparten abrazos virtuales para consolar a alguna colega que cuenta una mala experiencia para cobrar un honorario justo por su trabajo. Hay mucho por hacer, así que me remango y trato de aportar lo que puedo desde mi lugar. 

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