Corregir en tiempos de inteligencia artificial

Por Valeria Colella

¿Conocen la parábola del monje y la vaca?

La resumiré: un monje y su discípulo se topan con una familia extremadamente pobre que depende de una vaca para su supervivencia. De manera inusual, el monje ordena al discípulo que empuje a la vaca por un precipicio. Años después, atormentado por la culpa de lo que había hecho, el discípulo regresa para ayudar a la familia, solo para descubrir que todos han prosperado notablemente. Intrigado, pregunta cómo lograron progresar, y la familia revela que la pérdida de la vaca los obligó a desarrollar nuevas habilidades, lo que, finalmente, los condujo al éxito.

En tiempos de cambios rápidos y desafíos constantes, nos encontramos cómodos con lo conocido y evitamos los riesgos y las incertidumbres. Es natural buscar la seguridad en la rutina y lo familiar, pero ¿qué sucede cuando esta zona de confort ya no es suficiente para prosperar en la sociedad actual? La historia de la pérdida de la vaca contada de generación en generación ofrece una lección valiosa sobre la importancia de salir de nuestra zona de confort y abrazar nuevos desafíos. La comodidad y lo «malo conocido» pueden convertirse en un obstáculo. El cambio y la adaptación son esenciales.

La industria editorial (cof, cof… la vaca), el faro de la comunicación escrita durante décadas, enfrenta en la actualidad desafíos monumentales que han sacudido sus cimientos. No solo disminuyó la producción de contenidos —si se la compara con sus días de gloria—, sino que se encuentra en una encarnizada batalla por mantener su relevancia en un mundo en constante transformación. La era digital ha provocado que la información fluya a través de una miríada de canales: desde blogs y redes sociales hasta medios de comunicación en línea, cada uno en competencia por la atención de lectores, cuyas expectativas evolucionan más rápido que nunca. Además, existen nuevos retos que no son ajenos a ninguna profesión: los salarios a menudo no reflejan la importancia del trabajo realizado. En este marco de situación, los correctores de textos (cof, cof… la familia pobre), que históricamente han sido los guardianes del lenguaje y la calidad del contenido escrito, tienen menos oportunidades de empleo. La industria editorial ya no contrata con la misma frecuencia que antes, y, cuando lo hace, ofrece remuneraciones que no reflejan la importancia de la labor del corrector. Mantenerse exclusivamente de la corrección de textos en el ámbito editorial se ha vuelto cada vez más difícil y, en ocasiones, poco viable.

Como profesionales que amamos lo que hacemos, pero que también necesitamos vivir de eso, debemos buscar nuevas formas de adaptarnos a un mercado laboral que evoluciona todos los días y también debemos explorar oportunidades fuera de la zona segura.

Cuando apareció el ChatGPT, supimos que no estábamos solos, que había vida inteligente y que no venía del espacio exterior. La IA se reveló como el sumum de los avances tecnológicos, creada por la generación que crecería idiotizada por la televisión. Y junto con la incertidumbre sobre el potencial de la IA y el miedo a ser reemplazados, aparecieron los tecnófilos (cof, cof… esta autora) que creen que la IA puede ser, a la vez, una aliada en nuestra profesión y un nuevo campo laboral.

La IA ofrece herramientas avanzadas que pueden mejorar significativamente la eficiencia y precisión en el proceso de corrección de textos. Los profesionales de la corrección tienen ahora la posibilidad de emplear programas de IA para identificar errores comunes, revisar gramática y ortografía e, incluso, recibir sugerencias sobre la estructura y la coherencia del texto, entre otras cosas. Estas herramientas no solo ahorran tiempo, sino que a los usuarios les permiten centrarse en los aspectos más creativos y complejos de su trabajo.

Pero la IA funciona de manera óptima cuando se le proporcionan datos de alta calidad; y aquí es donde los correctores tenemos un importante papel que desempeñar. Nuestra sólida comprensión del lenguaje nos convierte en expertos en la generación de los datasets necesarios para entrenar a estas herramientas de IA, para refinar algoritmos y para mejorar su rendimiento.

Es cierto: los profesionales de la corrección de textos tienen una perspectiva única para contribuir de manera significativa a la mejora de los datasets utilizados para entrenar a las inteligencias artificiales generativas. Nuestra capacidad para detectar patrones, errores y adecuar la experticia al contexto y al tipo textual nos convierten en las personas idóneas para trabajar en los datos que utilizan las empresas de desarrollo de IA. Un ejemplo destacado es CLAPPI, la IA de lenguaje claro del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en cuya producción colaboraron muchas correctoras especializadas y socias de PLECA.

Aunque algunos puedan temer que la IA reemplace a los correctores, la realidad es que esta tecnología nos creará nuevas oportunidades. Los correctores que decidan especializarse en el uso de herramientas de IA podrán convertirse en expertos en la optimización de la corrección automática, la creación y la supervisión de los algoritmos de IA.

En un mundo en constante cambio, la colaboración entre los correctores y la inteligencia artificial se perfila como una alianza poderosa. La IA no solo mejora la eficiencia en la corrección de textos, sino que también crea nuevas oportunidades para el crecimiento profesional en esta área. «Matar la vaca» y abrazar la tecnología es esencial para revitalizar una profesión que debe adaptarse a la modernidad; es una ocasión única para liderar esta transformación y garantizar la calidad del contenido escrito en la era de la IA.

Como profesionales de la corrección, estamos bien posicionados para este desafío. La pregunta es si estamos listos para aprovechar esta oportunidad.

 

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