#SomosPLECA | Ariel García | La corrección me permite codearme con la diversidad infinita del lenguaje

Su nombre es Ariel García y vive en Rosario, Santa Fe. Desde 1988, se dedica a la corrección de textos literarios, inicialmente como un purista bastante rígido. Con el paso del tiempo, la práctica y la profundización en la filosofía del lenguaje, su enfoque ha evolucionado.


¿Quién es Ariel García?
A lo largo de mi carrera profesional, he concebido y desarrollado varios proyectos. A continuación, mencionaré algunos de ellos:

  • «Dominio del lenguaje oral y escrito», taller dictado en 1994, donde ensayamos diversas técnicas de expresión y abordamos el fascinante mundo de la psicología social.
  • «El Cortometraje en el video social», taller impartido en 2001, 2010 y 2014, centrado en el guion y la realización de cortometrajes de ficción.
  • «Comunicación y sobrentendido», un acercamiento al pensamiento de Valentín Voloshinov.
  • «Filosofía del video social», proyecto de análisis filosófico, teórico y experimental escrito entre 2013 y 2018. Compuesto por treinta artículos, fue originalmente publicado en la revista estadounidense Punto Magazine.
  • «La palabra poderosa», un recorrido por la etimología.
  • «El enunciado», una aproximación a la teoría propuesta por Mijaíl Bajtín.

En la actualidad, me dedico a la corrección de textos técnicos y literarios, un oficio que ejerzo desde 1988, como mencioné anteriormente. Además, imparto cursos de escritura creativa y clases de semiótica. También brindo asesoramiento a escritores y escritoras en el proceso de redacción y publicación de sus libros.

 

¿Cuántos años de experiencia tenés?

Tengo treinta y seis años de experiencia laboral.

 

¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?

Lo que más me gusta de mi profesión es el contacto con la variedad de estilos de escritura y, sobre todo, con esos productos lingüísticos que encontramos en el cuerpo de los escritos que recibimos como parte de nuestra labor diaria de corrección de textos: los géneros discursivos. Estos están presentes en dialectos, grupos sociales, argots profesionales, y se manifiestan en lenguajes de género, corrientes y modas pasajeras. Son numerosos y siguen reglas de enunciación relativamente estables.

Este complejo y maravilloso oficio se codea con la diversidad infinita del lenguaje, siempre en movimiento, con las innumerables perspectivas de las voces sociales y con la heteroglosia.

 

¿Se puede vivir de la corrección?

Aunque esto dependerá de un sinnúmero de factores y circunstancias, una respuesta breve e incompleta podría ser: «Sí, es posible». Dicho esto, considero que no es mala idea combinar el oficio de corrector de textos con otras tareas relacionadas, al menos, con la literatura; y no solo por una cuestión económica, que es importante, sino también porque permite ampliar nuestras competencias culturales y textuales. No olvidemos que en este trabajo, la cultura general es fundamental.

«Lo que más me gusta de mi profesión es el contacto con la variedad de estilos de escritura».

 

¿Qué le dirías a una persona que quiere dedicarse a la corrección?

Le diría que comience por el principio: inscribirse en un instituto responsable e iniciar una tecnicatura superior. Un lugar en el que pueda obtener una asimilación ordenada de conocimientos. Desde mi punto de vista, es precisamente en las escuelas o facultades donde las personas con deseos de practicar este oficio encontrarán una dirección congruente con sus ambiciones intelectuales y profesionales.

Me gustaría, además, recordarle que un seminario o un workshop con la promesa de indicaciones y recetas maravillosas para «vivir de la profesión», impartido precisamente por aquellos que «no han sabido vivir de ella», suele llevar a los participantes a la decepción. Aunque los workshops y las escuelas comparten un propósito formativo, sabemos que no han sido concebidos para desempeñar el mismo papel en el escenario del aprendizaje. El «profesionalismo inmediato» es un atajo que no existe.

Por todo esto, y según mi criterio, la instrucción planificada y congruente que persiguen las escuelas en general (aun con sus limitaciones) constituiría un significativo indicador de preferencia. Quizá, como consecuencia, los centros de enseñanza que más insistan en el progreso de sus áreas pedagógicas y asuman responsabilidades concretas, como garantes de la instrucción y el conocimiento crítico, sean aquellos que eviten que buena parte de un público descontento, debido al creciente «profesionalismo inmediato», tome la parte por el todo, generalice desfavorablemente y propague un concepto que, de algún modo, perjudicaría al grupo de correctores de textos.

 

¿Querés agregar algo que no te hayamos preguntado?

Sí, me gustaría expresar mi gratitud tanto a Diana Gamarnik como al resto de las personas que, con energía y dedicación, sostienen este maravilloso proyecto colaborativo llamado PLECA. «La unión hace la fuerza» es una frase que la mayoría de nosotros ha escuchado alguna vez; he querido concluir con ella porque siempre me ha cautivado su resistencia, esa solidez que, gracias a la combinación precisa de sintaxis y vigor de contenido, no pudo desgastar la repetida pronunciación.

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