Siete consejos para la corrección de audiolibros

Por Nicolás Scheines*

Los audiolibros existen prácticamente desde el mismo momento en el que se inventaron los primeros dispositivos capaces de registrar sonidos, hace poco más de un siglo, y son un éxito desde entonces en Estados Unidos. En la Argentina, en cambio, más allá de algunos productos aislados en discos de pasta, casetes y CD, sobre todo destinados a aprender técnicas empresariales e idiomas, poco ha interesado este formato.

Sin embargo, dos fenómenos confluyen en la actualidad que hacen pensar que el audiolibro por fin tendrá su tan ansiada expansión en el país: por un lado, la masividad de los dispositivos capaces de reproducirlos y por otro, el llamado “multitasking”, que consiste en hacer más de una tarea a la vez.

La posibilidad de consumir audiolibros desde el celular permite tener llegada a los potenciales lectores-oyentes a través de una simple app, que puede ser un servicio de suscripción (tipo Netflix), de venta por ejemplar (se paga por descarga) o gratuito o de muestras (como Spotify). Además, las nuevas generaciones, adictas a hacer más de una cosa a la vez, pueden escuchar un libro mientras viajan en auto, colectivo o avión, durante su entrenamiento diario de pesas o running o mientras cocinan y lavan los platos (aunque, para sorpresa de los investigadores norteamericanos que hacen encuestas periódicas, más de la mitad de los lectores-oyentes no hace ninguna otra tarea mientras escucha un audiolibro: es prácticamente el único entretenimiento que permite descansar los ojos un rato…).

¿Por qué se está hablando del mercado del audiolibro en el blog de una asociación de correctores de texto? Sencillo: porque cada vez se producen más audiolibros en español, y dentro de la cadena de producción, es necesario que haya un corrector. ¿Cuáles serán sus tareas específicas y qué aptitudes requerirán? Dado que el mercado es bastante reciente, aún no hay un perfil definido de “corrector de audiolibros”, pero sin dudas el corrector de textos tiene formación más que suficiente para calzarse los auriculares y seguir con la vista lo que el/la narrador/a lea, anotando todo lo que sea relevante.

A continuación, brindamos 7 consejos útiles para la corrección de audiolibros, que no abarcan toda la tarea, pero que sirven como introducción a un tema que está ocupando cada vez más espacio en la industria editorial.

  1. El trabajo es, antes que nada, de control. La mayor capacidad que requerirá el corrector es la paciencia, porque a diferencia de los textos escritos, que seguramente tienen aunque sea una coma para cambiar por página, en los audiolibros, al trabajar muchas personas en la cadena (productor, director y locutor, sobre un texto ya corregido, publicado y, en general, muy exitoso), suele llegar con una calidad bastante buena, por lo que el corrector se encontrará escuchando minutos y minutos sin marcar nada. Paciencia: seguramente llegará un error garrafal que justifique nuestro trabajo, y si no llega, de todos modos hemos cumplido con nuestra tarea de estar atentos para encontrarlo y podremos decirle al cliente que su trabajo ha estado perfecto (aunque, hasta aquí, esto nunca ha sucedido…).
  2. El corrector de audiolibros no corrige texto. Parece obvio, pero hay que aclararlo: durante la revisión del audio no hay que marcar errores en el texto, a menos que estos repercutan en el audio y puedan ser modificados fácilmente. Si vemos una errata, un gerundio mal usado, una tilde donde no corresponde… Mala suerte: ¡ese texto ya fue impreso!
  3. La puntuación es más clave que nunca. Sabemos que los signos de puntuación indican pausas y cambios en la entonación de la lectura. Bueno, en el audiolibro esto se pone en práctica, así que hay que estar atentos a que quien lea respete estos signos, sin la obsesión de quitarle libertades al narrador, pero tampoco permitiéndole tergiversar el espíritu original del autor del texto. Esto vale tanto para puntos, comas y signos de pregunta como para pausas en un nuevo párrafo, un nuevo acápite o un nuevo capítulo.
  4. Hay que prestar especial atención a palabras extranjeras y nombres propios. En estos dos puntos se debe tener mucho cuidado, porque los locutores que no estén familiarizados con ciertas lenguas pueden hacer un zafarrancho. No tenemos por qué conocer todos los idiomas, pero sí debemos poder reconocer palabras extranjeras y buscarlas en Google para asegurarnos su correcta pronunciación en el idioma original (en YouTube hay cientos de miles de videos con pronunciaciones de palabras en distintos idiomas). Con los nombres propios, si es necesario, se debe pedirle al productor que consulte con el autor la correcta pronunciación, porque una vez que se dijo /er-mio’-ne/ en vez de /xer-ma’-ioni/, la compañera de Harry Potter no volverá a ser nunca quien fue…
  5. Lo que no se escucha puede ser lo más grave. A veces el corrector puede confiarse y dedicarse simplemente a escuchar que esté todo bien, mientras hace otra cosa. ¡Cuidado! Los errores más frecuentes de locución son el intercambio de una palabra por otra o el salteo de palabras, oraciones y hasta párrafos completos, así que siempre hay que escuchar la voz siguiendo el texto con la vista.
  6. Hacerse entender es una tarea igual de importante que corregir. La corrección de audiolibro se suele entregar en un Excel con varias columnas que indican el nombre del archivo de audio, el capítulo del libro, el minuto en el que se escucha la falla y la observación del problema. Es menester ser precisos al momento de consignar toda esta información. En lo que refiere a la observación del error, si breve, dos veces bueno. La guía va a servir para que director y locutor corrijan el archivo en el estudio, así que no van a estar interesados en largas explicaciones ni en sugerencias complejas, sino en hacer su trabajo en el menor tiempo posible, y nosotros debemos ayudarlos para ello.
  7. Como en toda corrección, debemos ponernos en el lugar del receptor. Si en la corrección de textos escritos pensamos en si el lector va a ser capaz de entender lo que el texto dice o no, para los audiolibros, debemos pensar como oyentes, y poder registrar si es claro o no lo que se dice. Esto vale tanto para fallas en el sonido, cambios de volumen o dicción poco clara como para lecturas de gráficos, tablas o notas al pie interminables, tonos monocordes y lecturas a toda velocidad. Con criterio, debemos saber qué marcarles a los encargados de la producción del audiolibro para que el lector-oyente reciba el mejor producto posible respetando el texto original.

*El autor es lic. en Letras y secretario de PLECA. Desde septiembre de 2018, entre otras actividades, hace revisión de audiolibros para Penguin Random House.